Geografía dialéctica 1


Prólogo de la Geografía dialéctica

“He escrito mi libro —“La Armonía del Mundo”— para que lo lean ahora o después. ¿Acaso no es lo mismo? Él puede esperar cientos de años a su lector...”
Johannes Kepler (1571-1630)
“Es posible que en el futuro aparezcan burlones huecos quienes, aunque no comprendan nada de matemáticas, se permitirán, basándose en alguna cita de las Sagradas Escrituras, por su mala voluntad, blasfemar contra mis doctrinas o atacarlas. En general no me apesadumbraré por ello, y mostraré desprecio sobre sus juicios. Todo el mundo sabe que Lactancio, un famoso escritor pero un matemático muy flojo, habla puerilmente sobre la forma de la Tierra, burlándose de quienes han descubierto que la Tierra posee forma de esfera. Por eso, los hombres de ciencia no deben sorprenderse de que personas semejantes me quieran poner en ridículo”
Nicolás Copérnico (1473-1543)



“Geografía dialéctica” es un libro en el cual se reúnen los aspectos más importantes de la teoría del conocimiento geográfico construida, a lo largo de un decenio, en base a mi interpretación, elaboración y aplicación del materialismo dialéctico en la Geografía.

Todo el mundo debería saber que el materialismo dialéctico es la filosofía del marxismo, la cosmovisión que se pone del lado de todos aquellos interesados en encontrar y revelar la verdad objetiva, que en nuestros días y en nuestras sociedades constituye la única base teórica e ideológica en la lucha contra las clases reaccionarias. Todo el mundo sabe que hoy se cree rebasado el materialismo dialéctico y que supuestamente se le suple con filosofías y visiones del mundo más acabadas y acordes con la época actual. Ello se lo podemos achacar a los intelectuales que han creído desde el inicio los viejos trucos idealistas y reaccionarios puestos en práctica una vez más. Sin embargo, más que nunca la filosofía marxista está viva, sobre todo en esas teorías que lo elaboran e interpretan rigurosamente, aplicándolo consecuentemente a problemas concretos en cualquier ámbito de la vida social.

Esos ingenuos que aún creen en los trucos de la concepción reaccionaria sobre la superación del materialismo dialéctico, seguramente estarán sorprendidos de que alguien intente, no importando su desprestigio en nuestros países, reelaborarlo y aplicarlo a la solución de los problemas cardinales de una ciencia concreta. Pero más se sorprenderán cuando, en base a una lectura atenta de innumerables textos en muchas ciencias, comprueben que aunque no se le mencione por su nombre, aunque no se le presuma, ahí está como base filosófica espontánea de los científicos. No puede ser de otro modo; la única cosmovisión correcta es el materialismo dialéctico simple y sencillamente porque la realidad es materia en todos sus aspectos, existiendo y moviéndose dialécticamente. Y, tal cosmovisión, todos deberíamos saberlo, es la única concepción justa contraria a la filosofía reaccionaria oficial.

Por ello, en el fondo, el libro que el lector tiene en sus manos contiene la teoría de la Geografía que denomino “dialéctica” para diferenciarla abiertamente de la Geografía de carácter idealista que se ha hecho pasar como la única posible en la ciencia oficial mundial. Pero la diferencia no sólo es de nombre sino, sobre todo, de base filosófica.

Esta teoría dialéctica de la Geografía nace al margen de la actividad de la ciencia oficial y no podría ser de otro modo, aunque, en el origen, está ligada estrechamente a los elementos más acabados de esta actividad científica. No es oficial, en el sentido de que no ha sido reconocida por la comunidad científica, no obstante que esta comunidad científica deba conocerla. Pero una cosa es el conocimiento y otra muy distinta el reconocimiento.

Precisamente porque se le conoce, por lo menos en sus tintes principales, a partir de algunos documentos que hemos publicado, es por lo que se le ha proscrito, por lo que nos han proscrito de la actividad geográfica oficial. Tanto se le conoce que existe un temor bien fundado en que esta teoría atenta en contra de esa misma Geografía oficial, pues la derrumba de pies a cabeza —precisamente en este orden—, si es que en realidad está Geografía oficial está bien parada o tiene cabeza.

Ante nuestra presencia en la comunidad científica y geográfica, todos los geógrafos oficiales, no importando su cosmovisión, se unen; todos coinciden en una sola cosa: somos no gratos. Aún más cuando en 1989 fundamos la Sociedad Mexicana de Teoría e Historia de la Geografía (SMTHG sc), cuando organizamos desde entonces diversas mesas redondas compartiendo la tribuna con eminencias científicas en otros campos del saber, cuando hemos celebrado ya dos Congresos Mexicanos de Teoría e Historia de la Geografía —1990 y 1992—, cuando en 1989 fuimos los únicos que presentamos un verdadero plan para reestructurar la currícula de la carrera de licenciado en Geografía en la UNAM.

Pero existía un gran problema: nuestra cosmovisión era diametralmente opuesta a la oficial. Por ello estamos marginados; nos han y nos hemos marginado de cualquier participación oficial. El único terreno que nos quedaría sería la lucha teórica y literaria en el campo de las publicaciones, los encuentros que organizamos, los cursos, etcétera. Sin embargo, hasta en estos terrenos existen grandes inconveniencias. Hoy, por ejemplo, a muy pocos editores les interesaría la publicación de nuestras teorías, falta de interés propiciada por las continuas crisis sociales que vivimos cuando las personas están más preocupadas por el sustento diario que por el avance del conocimiento científico. Con todo, presento mi teoría a la opinión del lector no importando si su lectura sea en este o en el siguiente siglo.

El objetivo principal de esta obra es el mismo que el de muchos otros trabajos teóricos aparecidos hasta la fecha en todo el mundo, es decir, lograr la unificación del conocimiento geográfico, descubrir su auténtica unicidad. En efecto, por lo menos hasta hoy, las teorías de los geógrafos más importantes se han centrado en la solución certera de este problema clave. Es así ya que, en la práctica, el saber geográfico está dividido y en espera, como condición de su desarrollo, de una teoría unificadora que lo nutra, que le permita quitarse el trauma del fin de la época de las “Grandes Descubrimientos Geográficos”, cuando culmina la fase de los descubrimientos en extensión y comienza la de los descubrimientos geográficos intensivos.

El meollo del asunto en la unificación de los conocimientos geográficos consiste en el hallazgo del elemento unificador, del elemento que es común a todos los demás elementos geográficos y del hallazgo del concepto que lo refleje plenamente. A la búsqueda de este elemento se dedicaron y dedican los geógrafos de todos los tiempos en sus disertaciones teóricas. Por ello, no pretendo ninguna otra cosa más que ésta.

Ahora bien, cualquier indagación teórica sobre la unicidad del conocimiento geográfico no es más que la búsqueda de una sistematización, generalización o globalización teórica de este saber acumulado hasta la época dada. También en este sentido generalizo, sistematizo el conocimiento geográfico atesorado hasta hoy.

Entonces, si con esta obra pretendo lo mismo que otras teorías del conocimiento geográfico, es decir, resuelvo en un todo único, en una teoría unificada, a las “geografías”, si ésta constituye una de las tantas generalizaciones construidas, la pregunta es obligada: ¿es una más o se distingue de ellas?, y en todo caso, ¿en qué se diferencia de las demás?

En realidad. “Geografía dialéctica”, históricamente, es una nueva síntesis del conocimiento geográfico. Sin embargo, su novedad no implica lo más reciente, sino la distinción. No es una “nueva geografía” al estilo del positivismo y neopositivismo, es decir, no es un conjunto de ideas de esas que vienen y van, a veces haciendo moda, pero que en la raíz no salen de los marcos estrechos impuestos por lo que los positivistas llamarían “paradigmas”. Al contrario, es una teoría diametralmente opuesta.

La diferencia fundamental entre las teorías supuestamente unificadoras de las diversas corrientes del subjetivismo contemporáneo y la teoría de la que trata este libro consiste en que esta última es materialista dialéctica.

Esta diferencia de raíz se refleja en las conclusiones sobre la teoría del conocimiento geográfico. Mientras que aquellas —los empirismos materialistas e idealistas— atribuyen como fuente del conocimiento geográfico únicamente a la actividad de la conciencia, esta última considera que el conocimiento geográfico es el reflejo activo ideal de la realidad objetiva.

La teoría dialéctica de la Geografía no sólo se distingue de las teorías de las diversas escuelas subjetivistas contemporáneas, también es distinta de las teorías eclécticas, de las que mezclan incoherente y mecánicamente principios idealistas y materialistas en el conocimiento geográfico. Este es el caso de las teorías timoratas del positivismo actual que, en sus diversos matices, se presentan como “revisoras” científicas del marxismo.

Debido a esta diferencia sustancial, las conclusiones teóricas también son diametralmente distintas. Las teorías subjetivistas siguiendo sus premisas filosóficas consideran que la Geografía es la suma mecánica de los conceptos de las distintas geografías. Por lo tanto, la unidad del conocimiento geográfico se logra mediante la “síntesis geográfica”, misma que sólo ven quienes la ejecutan, pues en realidad sólo es una simple especulación cómoda del geógrafo idealista.

Los teóricos eclécticos también recurren a la famosa “síntesis geográfica” para lograr la unicidad de la Geografía. Sin embargo, la diferencia con los subjetivistas radica en que ven la unidad del conocimiento geográfico en la suma mecánica de los objetos reales que estudian las distintas geografías o en la suma mecánica de las diferentes experiencias de los geógrafos.

El asunto es que ni unos ni otros están completamente equivocados, sino que solamente miran unilateralmente un lado del problema, es decir, son antidialécticos. En efecto, la Geografía dialéctica considera que es posible unificar los diversos conocimientos geográficos por medio de la síntesis geográfica, a condición de que ésta refleje plena y certeramente la realidad objetiva en el pensamiento. Además, comparte el postulado de que es sólo uno de los elementos estudiados por las diversas geografías el que une esos conocimientos, por la razón de que es el elemento común de los objetos que estudian esas geografías. Sin embargo, se diferencia de aquellas porque concibe que este elemento común es el espacio o las propiedades espaciales, dado que todos los objetos de las geografías tienen existencia espacial, existen en cuanto espacio. Esto significa que la unidad de la Geografía hay que buscarla en la unidad espacial objetiva de los elementos estudiados por las ramas geográficas.

Ahora bien. Si esta Geografía es consecuente hasta el final con la tesis de que el conocimiento geográfico es el reflejo activo ideal de la realidad objetiva, concluye que el espacio terrestre es una realidad objetiva, es decir, que efectivamente existe como modo de ser común a los procesos terrestres y que el conocimiento geográfico, como imagen subjetiva refleja del espacio geográfico real, es único porque las propiedades espaciales a todos los objetos son únicas. Aún más, la realidad espacial del mundo no sólo es única sino también diversa, por lo que el conocimiento geográfico no solamente es único o diverso sino único y diverso, y si este conocimiento es objetivo y sólo si lo es, necesariamente tenderá a ser la unidad de la diversidad y la diversidad de la unidad.

Por lo tanto, la síntesis geográfica no consiste en unir mentalmente conceptos que están apartados absolutamente del mundo real, como tampoco en la unión mecánica de los conceptos que reflejan a los diversos objetos sino, precisamente, consiste en reflejar cada vez más certeramente el espacio terrestre real, acercar el pensamiento al objeto, consiste en el conocimiento del espacio terrestre real.

Para el subjetivismo hecho Geografía, que asegura que su objeto de investigación es el espacio, este último no es una realidad objetiva, no existe realmente, sino que únicamente es un concepto con el cual el hombre conoce y domina el mundo. Por este motivo concibe que lo común entre las geografías es este concepto, esta idea. Esa es su “unidad geográfica”.

Por su parte, el eclecticismo hecho Geografía sostiene una posición geográfica ambivalente. Por un lado, siguiendo al materialismo, considera que los objetos de las geografías existen efectivamente; sin embargo, por otro lado, siguiendo al idealismo, considera que el espacio no existe como una propiedad común universal de esos objetos. Por ello, esta cosmovisión busca la unidad de estas geografías en alguno de los objetos reales y, principalmente, en el más acabado de ellos, el que en el nivel de movimiento y desarrollo de la materia corresponde con la forma superior: el hombre y su actividad productiva. Sólo intuitivamente utiliza las propiedades espaciales como marco de referencia de lo que se cree es el elemento unificador.

Al contrario, la Geografía dialéctica al reconocerle al espacio geográfico una realidad objetiva, no sólo se ve obligada a reconocer la unidad de los objetos de las geografías en la propiedad espacial común, sino que también se ve en la tarea de desentrañar y resolver el problema geográfico del espacio, problema gnoseológico cardinal de la Geografía: el de su existencia y su naturaleza, es decir, la relación entre la materia (naturaleza y sociedad) y el espacio y, de todos ellos, con el pensamiento, con la conciencia.

El espacio geográfico es concebido como el espacio terrestre, como la forma espacial de existencia de la Tierra en su conjunto y de los elementos terrestres (naturales y sociales) y sus interconexiones. Es la estructura espacial de esos elementos terrestres. No es un espacio como recipiente de los elementos terrestres, sino la forma efectiva de existir de esos elementos. Por lo tanto, no es una cosa aparte de los objetos y fenómenos sino la propiedad inherente de modo objetivo a ellos. En fin, la Tierra como un sistema material complejo no tiene tres realidades, una espacial, temporal y otra material, sino que es una sola realidad expresada en su contenido material y su forma de existencia material espacio—temporal.

Desde esta perspectiva, la Geografía dialéctica, que nació decisivamente en México con la sistematización realizada por el geógrafo mexicano Luis Ignacio Hernández Iriberri y, paralelamente, con la realizada por el autor, en el decenio de los años 80, es una propuesta diametralmente distinta a las elaboradas hasta hoy. No obstante, como es lógico, no significa que sea la última posibilidad de teoría de la Geografía; ahora tan sólo se contenta con reflejar lo más objetivamente posible la dialéctica de la realidad espacial del sistema de elementos materiales terrestres. En todo caso, sus tesis, como todas, tendrán que confrontarse con la realidad, con la práctica socio—histórica.

La Geografía dialéctica —marxista o materialista dialéctica— no es una Geografía aparte de las “geografías”. No aparece de las fantasías de Hernández Iriberri y las del autor, sino que intenta apoyarse en lo que existe; y lo que existe no es otra cosa que una serie de ramas geográficas. Por lo tanto, no puede dejar de someter a una negación dialéctica a la Geografía que se ha hecho pasar como la única posible. Una propuesta históricamente nueva como ésta tendrá que apoyarse en tantos elementos de análisis y discusión que sería imposible presentarla pura.

Los antecedentes de la teoría materialista dialéctica del conocimiento geográfico que presento aquí a la consideración del lector y de la que soy único responsable, se encuentra en mi trabajo de tesis profesional: “Importancia del materialismo dialéctico como método de la Geografía” (1985). Pero, también es, a mi juicio, la continuación de los planteamientos teóricos de Hernández Iriberri[1] —primero en sustentar una posición decidida materialista dialéctica y en resolverla consecuentemente en base a una teoría seria del espacio terrestre y a su sometimiento riguroso en la historia de la Geografía—. Sin embargo, no puedo dejar de reconocer que Ángel Bassols Batalla fue el primer geógrafo en México que sustentó las tesis del materialismo dialéctico, sobre todo en sus primeros trabajos, los que influyeron decididamente en la posibilidad de elaborar una teoría sobre estos fundamentos, mismos que abandonaron sus discípulos directos, contribuyendo a dejar inconcluso el proyecto teórico de una Geografía dialéctica.

La Geografía dialéctica es una concepción científica que habrá de completarse en la actividad cognoscitiva de las generaciones de geógrafos progresistas del tercer milenio, Geografía completa como ciencia, de lo que este libro apenas pretende ser sus sistematización teórica. Esta teoría “detiene” de pronto el desarrollo de la Geografía para captarla en su mayor plenitud, “detención” necesaria en toda ciencia, que si refleja certeramente la realidad y si es aprovechada como un paso doloroso pero indispensable como la dinámica necesaria de todo ciencia, tendrá que seguir desarrollándose y reelaborándose por las futuras generaciones de geógrafos. Si es una aberración total, debe aprovecharse también asegurando en el futuro no caer en este mismo error.

La Geografía dialéctica es concebida como la Geografía unificada, integral. Esta Geografía no puede ser sólo teoría, sólo esta teoría. La concibo como un proceso dialéctico del conocimiento del espacio terrestre, mismo proceso que contiene tres niveles cognoscitivos íntimamente relacionados: 1) el proceso de investigaciones empíricas sobre el espacio terrestre, mismas que ya existen actualmente y que, ni más ni menos, están constituidas por las viejas “geografías” que todos conocemos, depurándolas de sus elementos reaccionarios; 2) el proceso de investigación teórica, de generalizaciones más o menos generales, de sistematizaciones de todo el conocimiento empírico, etapa donde se resuelvan las problemáticas teóricas de la Geografía, y, 3) el proceso de acercamiento del conocimiento geográfico teórico y aplicado a la realidad, es decir, el proceso de materialización de los conocimientos geográficos en la esfera productiva de la sociedad, “ingeniería geográfica”, que se consolidará científicamente cuando la antigua Geografía consolide su conciencia teórica.

El proceso del conocimiento geográfico, del espacio terrestre, es un proceso contradictorio dialécticamente. Esta contradicción en la concepción y el estudio del espacio, a diferencia de los procesos del conocimiento de cualquier forma de movimiento de la materia (física, biológica, social), constituye un complicación especial. Esta complicación especial no es ningún secreto para nadie: se demuestra en el hecho de que a pesar de que el conocimiento geográfico comenzó a desarrollarse desde la Antigüedad, y mucho antes espontáneamente, es el momento de no haber encontrado su objeto de estudio de modo como lo exigen las condiciones de desarrollo de las ciencias contemporáneas. Este hecho parece paradójico y representa un verdadero problema no sólo para la Geografía, sino para toda la ciencia.

El meollo del asunto es la solución y definición científica del objeto de estudio de la Geografía en el espacio terrestre, concebido en toda su plenitud objetiva, lo que constituye la solución al problema de la relación entre la materia, la realidad objetiva existente fuera e independientemente de la conciencia, y el espacio. Es por ello que el problema gnoseológico cardinal de la Geografía en el problema de la existencia y naturaleza del espacio terrestre, no podía resolverse en épocas anteriores o en épocas actuales, sin una verdadera metodología filosófica y científico—general interesada únicamente en clarificar las leyes del movimiento y desarrollo del mundo material.

Sólo con la maduración de las concepciones sobre el espacio del materialismo dialéctico y, lo más importante, con la solución del problema de la elaboración de esta categoría en un concepto científico particular, en este caso, aplicado a la Geografía, es como pudo resolverse rigurosamente el problema geográfico del espacio y pudo definirse a éste como el objeto de estudio de esta ciencia milenaria. Este logro se lo debemos a Luis Ignacio Hernández Iriberri.

En su libro de tesis de licenciatura, “Geografía: fundamento de su teoría del conocimiento”[2], Hernández Iriberri resolvió, desde la perspectiva de la dialéctica materialista, la relación entre la materia y el espacio, entre los objetos y fenómenos terrestres y el espacio geográfico. En este sentido, su tesis fundamental consistió en la consideración del espacio como atributo, como la propiedad inalienable de los objetos interrelacionados que existen en la Tierra. Así, pues, resolvió de tajo el problema añejo del por qué los geógrafos tenían que ver con objetos diversos de gran cantidad de ciencias. Era de este modo porque para poder conocer las propiedades espaciales y, en general, las leyes del desarrollo del espacio, se tenía que ver con los objetos que determinan estas propiedades.

Además, en este mismo documento fundamentó la teoría materialista dialéctica de la Geografía, unificando sobre bases científicas, por primera vez, esta ciencia. Elaboró la teoría unificada de la Geografía dialéctica, apoyándose, antes que nada, en la solución materialista dialéctica del problema filosófico fundamental, es decir, el problema de las relaciones del ser y el pensar, de la materia y la conciencia, de lo físico y lo psíquico. Siendo consecuente con la filosofía materialista dialéctica, de que la materia es lo primario y el pensamiento lo secundario, lo derivado, el reflejo de la materia, Hernández Iriberri resolvió que el espacio es una propiedad común de la materia, propiedad universal ineludible de ésta. De este modo, reconociéndole una realidad objetiva al espacio, concluyó que el espacio geográfico, el único que existe en la Tierra, es un espacio material y no ideal, por lo que demostró que el conocimiento geográfico es único sólo si refleja la unicidad del espacio.

Pero no sólo resolvió por primera vez el problema de la existencia del espacio terrestre. Se abocó a solucionar el problema de su naturaleza. Si ya se había resuelto afirmativamente la pregunta de si el espacio existía objetivamente, también se preguntó cómo es este espacio, de qué se habla cuando se menciona o alude este concepto.

Este segundo problema implica directamente la solución propia únicamente de la Geografía, por lo que se pasaba del problema filosófico general al problema geográfico del espacio y todo lo inherente a él; la relación naturaleza y sociedad o de la actividad productiva de la sociedad, las dimensiones del espacio geográfico y, por lo tanto, su diferenciación de otros espacios, el problema de su automovimiento y transformación por medio de la actividad productiva del hombre, el de su desarrollo en el tiempo, etc.

Puesto que, antes que nada, el trabajo de Hernández Iriberri se abocaba a los problemas generales, como es natural, no trató sobre muchos aspectos particulares de este problema. Lo valioso, sin duda, fue la aplicación de la dialéctica materialista a la Geografía. Pero, además, enseñó a tomar en cuenta las conclusiones más acabadas de la propia Geografía y de las ciencias ligadas al problema científico general del espacio.

La teoría de Hernández Iriberri tuvo un sólo defecto fundamental, pero siempre superable. Consistió en considerar que el espacio geográfico es el espacio “adyacente” a la superficie terrestre. Sin duda este error, que pudiera haber sido un error puramente literario, de definición, se prestaba a contradecir lo certero de los planteamientos generales sobre el espacio terrestre. Por ejemplo, se prestaba a identificar el espacio como el vacío o tal vez como un campo material, pero no como el espacio inherente a los objetos. Se tomaba al espacio sólo como lo continuo y no, también, lo discreto, la Tierra. O, mejor dicho como la unidad de lo continuo y lo discreto. El mismo Hernández Iriberri reconoció personalmente esta deficiencia en su definición. Sin embargo, hay que reconocer que lo importante de su trabajo es que contiene una importante metodología para abordar y resolver las deficiencias que pudiera tener.

Desde mi propia perspectiva, y tratando de seguir metodológicamente la dialéctica materialista, reelaborándola con las conclusiones más acabadas de la propia Geografía, de la física relativista, de las geometrías, etc., confeccioné una teoría general del espacio que el lector podrá hallar en este libro, y que leí resumidamente ante un público poco numeroso en el Primer Congreso Mexicano de Teoría e Historia de la Geografía en 1990.

Podría decir que esta teoría no es una teoría final; está sujeta, como todas, a ser desechada por falsa o a ser confirmada y desarrollada posteriormente según el tribunal de la práctica socio—histórica de la humanidad. La diferencia de la concepción del espacio con respecto a las teorías idealistas y eclécticas de la Geografía son evidentes y no se prestan a duda alguna. Por lo que respecta a sus diferencias con la de Hernández Iriberri que, siendo materialista también se diferencia diametralmente de aquellas, tendría que decir que sólo es de forma y no de contenido, ni representa nada que no se pueda superar ideológica, científica y prácticamente.

En el libro intento explicar algunos detalles que creo substanciales para los geógrafos del futuro, detalles que se deben convertir en metodología para que esos científicos de la Geografía realmente progresistas puedan llegar a la integración del conocimiento geográfico.

La Geografía en su sentido dialéctico materialista es y será una ciencia íntegra cuando estén dadas las condiciones sociales y científicas, que permitan desarrollar la actividad cognoscitiva geográfica que reclama, ya, la misma dinámica social.

Tendré que precaver al lector que no espere una lectura fácil, sobre todo en esta época cuando se trabaja para sobrevivir y no se vive para trabajar. El contenido de la exposición, dada la complejidad del tema que abordo, sumado a las deficiencias didácticas que reconozco y a la premura de verlo, por fin, salir a la luz, no me han permitido trazar una forma como la que desearía, de divulgación científica para todo tipo de lector. Posiblemente en alguna otra oportunidad esta inquietud mía, haga que presente un resumen del contenido en forma de divulgación. Consciente de ello, he realizado el esfuerzo de hacer una mayor división de los capítulos, tanto en temas como en subtemas, esperando con ello, una lectura menos fatigosa.

Sé que existen muy pocos editores interesados en estos temas, muchos menos aquellos osados, que quieran editar un libro cuyo contenido esté basado en una supuesta filosofía obsoleta y muerta, como la del materialismo dialéctico. Ya, ni los mismos otrora supuestamente marxistas creen en esta doctrina. Sin embargo, espero que aún existan personas inteligentes que no hayan creído los viejos trucos idealistas de desacreditación de la filosofía marxista, más viva y más real que nunca para los verdaderos científicos, y latente como nunca en nuestra sociedad explotada. Tengo la esperanza que aún existan aventureros de la ciencia que sientan aún posible la máxima de Marx, aplicable a la reelaboración concreta de la propia filosofía inaugurada por él mismo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.







José C. Martínez Nava
México, D.F., abril de 1994.




[1] Hernández Iriberri, Luis Ignacio. Geografía: fundamento de su teoría del conocimiento. Tesis de licenciatura. México, UNAM, 1983, 183 p.
[2] Ibid. 183 p.